¿No es surreal la vida, Mr. Mustard? Cuando paso al menos dos horas a la semana esperando a que llegue sin las más mínimas ganas de verle la cara. Ni una pizca de entusiasmo por escuchar las mismas lecciones que ha repetido sesión tras sesión, tras sesión. A veces puedo hacer playback con su voz, igual que con esas canciones que he oído hasta el cansancio; cuando en lo único que puedo pensar es en las múltiples formas en las que pudo haber perdido esa mano, Mr. Mustard.
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