miércoles, 11 de febrero de 2009

Estoy aburrido...


Aburrido, aburrido, aburrido, aburrido. La sensación llega a ser aplastante y se vuelve aún más molesta cuando me recuerdo a mi mismo que tengo muchas cosas que hacer. Bueno, no tengo que hacerlas. Quiero hacerlas. Pero si aun en la cotidianeidad de la vida diaria, algunas de estas cosas parecen mundanas; ahora que estamos en la antesala del Apocalipsis, creo que a veces me parecen ridículas.
2012. De repente fue 2012. Yo no recuerdo a nadie mencionar el 2012 antes de que llegara el 2000. Y el 2000, bueno, uno lo entiende. Un número tan cerrado luce cool. ¿2002? Suena bien, es simétrico. Pero 2012 simplemente no me parece una fecha atractiva para el fin del mundo. He tratado de no ponerme apocalíptico con esto de la epidemia, pero ayer me desperté con un temblor (Sí, a esa hora, me duermo muy tarde por el puente) y me dije a mi mismo: Bueno, ok, tal vez sí es fin de los tiempos.
No voy a caer en pánico, soy muy flojo para eso. Me limitaré a decir que para ser el fin del mundo, es algo aburrido. Sea cual sea la situación, el gobierno suspendió clases hasta el seis. Después de eso:
a) Todo regreso a la normalidad y la influenza sólo se queda en los chistes que la gente va a inventar (Ya escuche algunos bastante malos).
b) Los infectados se transforman en zombies y me veo protagonizando mi propia película de acción huyendo hacia algún paraíso tropical inhóspito.
Como sea, la cosa es que los diez días de encierro son irrefutables. Todo esta cerrado y la gente con cubre bocas no produce nada de confianza.
No diré que lo odio. Es una extraña sensación el estar confinado a un sitio la mayor parte del día. El encierro hace cosas graciosas con la gente. Calculo que para el próximo lunes ya voy a estar como Martin Sheen al principio de Apocalypse Now, dando vueltas y bailando y rompiendo espejos a puñetazos.
-¡El horror, el horrorrr!
Nah, no creo llegar a ello realmente: Me mantengo ocupado en múltiples actividades. Mi casa crea un ambiente ideal, no lo había notado hasta hace poco pero realmente tiene el tipo de casa de asesino serial. Quiero decir que si vieran mi casa en un documental de televisión y les dijeran que ahí vivió Ed Gein, podrían creerlo fácilmente. No tanto porque sea escabrosa, sino por todas las cosas viejas, chatarra, papeles, polvo sobre polvo. Con la imaginación adecuada uno puede hacer casi de todo por aquí.
En fin, otra de las actividades con la que pretendo mantenerme ocupado (hasta que repentinamente muera) es revivir este blog. Deje de escribir hace mucho. Lo sé. La cosa es que siendo honestos, no me fascina la idea los blogs. Tal vez tenga que ver con el hecho de que mi computadora es lenta y siempre postear resulta fastidioso.
Pero en fin, si es el final de la raza humana, al menos subiré todos los dibujos y pensamientos que pueda.
Y si nos vamos cronológicamente, creo que es necesario empezar con el esténcil del cubo. Si bajan algunos posts verán que ya había hablado de hacerlo desde hace mucho. Y de hecho ya hace mucho que los puse.
El primero en mi garaje.
No han corrido con suerte, ninguno de los fotografiados. El primero fue puesto en el instituto de psiquiatría de la UNAM, pero seguro pensaron que era algo de pésimo gusto. Lo borraron al instante y lo mismo pasó con uno hecho en la cafetería del anexo de ingeniería ( y que bueno, porque le habían pintado consignas del cgh a un lado y no simpatizo con esos weyes), y en la entrada de la facultad de ciencias. No duraron casi nada.


Por último hice uno el día de mi cumpleaños. Iniciando en la madrugada caminé hasta mi escuela. Este tiene firma.












viernes, 6 de febrero de 2009

Un Basset llamado Ringo



No quiero hablar mucho de este dibujo en particular. La verdad no sé que decir. La gente es muy afecta a decir siempre lo mucho que sus mascotas les cambian la vida y la verdad decirlo aquí ya se me hace realmente un cliché muy grandote, aparte aunque tratara de explicarme lo mejor posible creo que no hay forma de poner en palabras la relación que se tiene con un perro.
Pongámoslo así: Termina un tedioso, monótono y aburridísimo día escolar cualquiera y llego a casa. Para él no ha sido mejor la cosa, lleva horas encerrado y sin nada que hacer, todo el día echado como un tapete peludo y orejón. Me ve y mueve la cola como loco. Salimos al parque, lo suelto y dejo que corra, olfateé el pasto, los árboles y los traseros de otros perros, mientras yo lo sigo como su mayordomo -guardaespaldas –papá, me trepo a uno que otro árbol hasta que mis manos tienen rasponcitos y están impregnadas de delicioso olor a resina. En cuestión de una hora los dos nos sentimos más tranquilos y regresamos a casa para comer.
No podría ponerlo de manera más simple.