sábado, 19 de septiembre de 2009

Mi amigo Vincent.

Después de todo es fácil identificarse con él. Si te sientes insignificante, sucio, invisible, lo bajo entre lo bajo; entonces Van Gogh es la persona indicada para sentarse y platicar un rato.
“Nunca vendió un cuadro ¿cierto?” – En realidad no del todo.
“Se cortó la oreja el muy demente” –La verdad sólo se cortó un cachito.
“En sus cuadros se plasma su visión distorsionada y loca de la realidad” –Esto sí lo considero absolutamente falso.
De cualquier manera, creo que Van Gogh es la figura más accesible y familiar cuando se es un perdedor. Y eso bien explicaría por qué todas las paginas de Internet dedicadas al arte tienen su nombre siempre en el top de los más buscados.
Sí, muchos buscan a Van Gogh, pero dudo que todos lo entiendan. A veces creo entenderlo, pero si algo me ha enseñado la experiencia es que tiendo a entender todo mal, y por lo tanto es posible que sólo lo interprete a mi conveniencia para hallar una identificación que me de consuelo.
Van Gogh ha estado ahí todo el tiempo. Alrededor. Mi padre compró algunos libros dedicados a sus obras, aun antes de que yo naciera, en sus años de estudiante. Siempre estuvieron arrumbados en los libreros, al igual que unos finos colores pastel franceses, que también se empolvaron por el desuso en anaqueles hasta que les eché mano.
Así que a pesar de haber estado ahí siempre, no fue hasta quinto de prepa, cuando tenía dieciséis que empecé a encariñarme con ese pelirrojo tocadiscos. Llevaba una materia de relleno en la que te ponían a dibujar y cosas por el estilo. El trabajo final era recrear una pintura famosa. Tomé la mía de uno de los libros y por primera vez me atreví a utilizar esos colores tan finos.


Por supuesto que el resultado pasteloso no fue el mismo. Sin embargo no importó, no cuando al terminar me percaté del arranque de energía que sentí fluir por todo mi ser y que iba soltándose en mi mano. No importó siquiera cuando en clase, aquella chica idiota que se sentaba junto lo vio y exclamó “¡¿Qué es eso?!”. Respondí que era un cuadro de Van Gogh. “Te quedó horrible” dijo con esa antipatía y maldad inherente que la caracterizaba.
Pude haberle explicado que así era la pintura y que de cierta manera representaba uno de los primeros ejemplos de lo que sería el arte moderno… pero desde entonces no me atraía en lo más mínimo entablar conversaciones sin sentido.
¿Habría que tacharla de pendeja? (Yo voto porque sí, pero…) En realidad no, a ella le parecía auténticamente horrible, y lo cierto es que mucha gente en aquel entonces y en la actualidad simpatizaría con ella.
Luego están a los que les agrada. Como aquella maestra que un día se extendió por horas hablando de cómo Van Gogh entraba en un trance de locura mientras pintaba y que por eso las formas eran tan crispadas y los colores tan “agresivos”. Según ella, aunque pareciera bello, Van Gogh en realidad pintaba el equivalente a un grito de auxilio y trataba de mostrar lo agresiva que le resultaba la realidad. Ese cuadro de los cuervos era el ejemplo más claro. Una nota suicida llena de dolor y desesperanza. Yo no concuerdo en lo más mínimo.
Dos cosas son un hecho. Primero, que antes de pintar, Vincent quería ser un predicador, e incluso lo fue por un tiempo, pero si bien dejó de predicar oralmente, nunca dejó de hacerlo en sus dibujos. Sus cuadros nunca fueron concebidos para colgarse encima de la chimenea de un coleccionista adinerado; tampoco en alguna galería recatada. Fueron creados como un refugio para las almas perdidas. Así, la imagen de unos veleros retozando sobre la arena, podría dar conuelo a un pobre marino que lo viera en su oscuro camarote, en un barco que se abriera paso entre una gris y fría tormenta, en el último rincón del mundo; y la simple escena de una familia de trabajadores cenando papas, le diría a las personas lo que significa una comida ganada de manera digna y justa.
En segundo lugar esta el hecho de que Van Gogh era epiléptico, y esto fue empeorando con los años. Al final, después de aceptar lo irremediable de su condición, Vincent decidió que lo único que podía hacer antes de que llegara el siguiente inevitable y peor ataque era trabajar.
Trabajar, trabajar, trabajar, trabajar. Desde que amaneciera hasta que se pusiera el sol. Pintar el mundo, su visión de la vida. Y no es la visión torcida y llena de locura de la que muchos hablan. En realidad es todo lo contrario, ya que era entre los ataques que Van Gogh se apresuraba a plasmar la belleza inherente en las cosas. Era entre los brotes de demencia espasmódicos, y NO durante ellos, que Van Gogh obtenía una revelación clara de lo que podía ser el paraíso en la tierra. De dios en las cosas simples que nos rodean todos los días. Del significado de la vida en la luz y los colores y las formas. A esas alturas, poco importaba si el pobre Theo lograba o no venderlas. Valía un cacahuate lo que les pareciera a los demás en los círculos artísticos.
Y aunque al final los ataques lograron vencerlo, lo cierto es que la idea del trabajo constante como remedio a la locura hizo que Van Gogh alcanzara la inmortalidad. Y no por lo que sigue en el cuento, la clásica historia del artista que es apreciado después de su muerte. No. Es porque al final de cuentas el dibujo consumado, la obra en sí, resulta no ser el fin último. Es el proceso que conduce a ella, la convicción de saber que se tiene una visión de la vida, una visión propia, una visión que evoluciona y se nutre, y le da algo de sentido al ínfimo pedazo de tiempo que pasamos en esta tierra.
Guardo ese dibujo desde entonces, como algo que debe servirme de recordatorio. A fin de cuentas habrá a quien le guste, habrá a quien no, y es un hecho que la mayoría simplemente lo ignorará por completo. Pero si en eso se puede hallar un significado propio, entonces es claro que vale la pena seguir.
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“Querido hermano:
¿Qué soy en los ojos de las demás personas? –Un ser inexistente, un excéntrico, una persona desagradable- Alguien que no tiene posición ni cabida dentro de la sociedad y nunca la tendrá, en resumen, lo bajo entre lo bajo.
Muy bien entonces –Aún si esto resulta absolutamente cierto, algún día me gustaría mostrar mediante mi trabajo lo que un excéntrico, lo que un don nadie, tiene en el corazón.
Y aunque continuamente me encuentro en lo más profundo de la miseria, todavía hay calma, armonía pura y música dentro de mí. Veo pinturas y dibujos en los más pobres lugares y los más sucios rincones. Y mi mente es cautivada por esas cosas en el más indescriptible momento.”

Vincent Van Gogh
21 de julio de 1882.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Y qué es aquello que alguien como tu "...excéntrico, lo que un don nadie, tiene en el corazón..." le gustaria mostrarnos mediante su trabajo?

Catcher dijo...

ps escracheale pa abajo e igual y encuentras algo. Si sí, ps me avisas.

Anónimo dijo...

Ya le "escrachee" y pude ver todo aquello que te gusta y apasiona. Tu, tu, tu...!! Pero qué más hay? Qué es aquello que tienes el corazón, eso es lo que nadie sabe (o no percibí)?

Si existe algo en él, sería bueno conocerlo y si no también...

Catcher dijo...

mmmm... chale, que más hay. Ps el pericardio, un músculo auricular y otro ventricular... músculos de contracción y otros de excitación. Atrios y ventriculos (derechos e izquierdos) y un tabique que los separa. Y ps un chingo más de cosas.
No se que más decirte Anonimo, la verdad no me gusta intensear, pero gracias por los comments

Dr. Dulcamara dijo...

Vincent rocks!! Y tu pintura (si es que ese término se aplica al pastel) es la onda.

Lo bueno es que tu compañera de clase ha de trabajar actualmente en un McDonals o algo así.

Saludos

Catcher dijo...

De hecho supe que entró a estudiar veterinaria en la UNAM (muy cerca de nosotros) espero que la haya mordido un mapache o algo así.

Unknown dijo...

Hay un libro de Antonin Artaud que quizas te guste. Se llama Van Gogh el suicidado por la sociedad.

Saludos.

Anónimo dijo...

El corazón de las cosas, la esencia de las pinturas, ese espiritu cuasi metafísico que insistimos en encontrar. Intentos fallidos por divinizar a la bella simpleza de un trazo, la tranquila energia de un pincel rozando el lienzo, la mueca infantil que un cuadro puede provocar.

Al final la claridad de la realidad es la locura que más se ha condenado.

Pero yo que puedo decir, sólo soy una grouppie más de Vincent...

Catcher dijo...

Gracias por el tip N, no sabía nada del libro pero ya chequé en internet y se escucha interesante. Saludos.

Anónimo dijo...

Já! Lo que compone tu corazón y el de todos... Va! Una respuesta predescible para alguien que quiere mostar su peculiaridad no lo crees?

En fin... A mí tampoco me gusta "intensear"!! Sigue mostrándonos qué más tienes!!

Catcher dijo...

Sí, se nota que no te gusta intensearle a la vida... Pero ya, ahí muere Mark Chapman.

Kuroi Tsuki dijo...

Wow, buena entrada, fue imposible contenerme y hacer una auto referencia:
http://explodingdogschool.wordpress.com/2009/01/23/fake-van-gogh/

En fin... el buen Vincent suele ser de lo mas groopiable por más de un (buen) motivo.

Pawi dijo...

Que gran entrada, que idiota digo, que mala onda de tu compañerita de salón, seguro el mapache se enfermó...

Ya vi también que te pones a filosofar de la vida, te hace un don nadie muy interesante. (sobretodo porque te sabes el sistema circulatorio de memoria)

Siempre me ha gustado este dibujo, ahora ya sé que caes en catarsis con esto de seguirle el paso a Van Gogh.

Saludos Catcher

Unknown dijo...

De nada, Catcher. Espero que te guste. Es uno de mis libros favoritos.

Saludos.

alejandro dijo...

gran gran post